miércoles, 24 de junio de 2009

LAS ESTUFAS NO TIENEN NINGÚN BRILLO

No es lo mismo hacer sopaipillas en un día normal que hacerlas cuando llueve: tiene su encanto eso de amasar y amasar al ritmo del crepitar de las gotas sobre el techo (mejor aún si el techo es de planchas de zinc) y le da un sabor especial cuando el olor del zapallo cocido se entremezcla con el olor a tierra mojada.
No hay experiencia que se compare a degustar una sopaipilla caliente, recién frita con un mate en la otra mano mientras se mira por la ventana el paisaje nublado y oscuro de un día de lluvia con el agua corriendo, buscando su cauce por los lugares más recónditos de la calle, del patio y de los árboles.

Hay ciertas cosas que deben conjugarse para que se produzca la magia por eso cada conjuro es una fórmula...cuando hace frío (como en estos días en que el invierno se dejó caer de improviso, cuando nos habíamos acostumbrado a un estado primaveral que ya empezaba a fastidiar) no da lo mismo cómo hacerse de calor para nuestro hogar.
Hoy por hoy existe variedad de estufas cada cuál mas tecnológica y sofisticada: ecológicas, a gas, eléctricas, japonesas y un largo etcétera. Pero ninguna logra aproximarse siquiera a la magia de un fogón encendido, a la experiencia tribal y ancestral de hacer fuego con leña, de conjugarse con la naturaleza para transformar su fruto muerto en energía de vida y calor de útero.
No me imagino disfrutando la complicidad de una buena conversación sentado en la alfombra al calor de un buen vino junto a.....una estufa Toyotomi.
El calor de la leña, ese acogedor, íntimo y sensual bien-estar... un lugar iluminado sólo por el fuego invita a la complicidad y a abrir el corazón haciendo inevitable el encuentro. El fogón es hermoso porque brilla y nutre, porque nos necesita para seguir dándonos su calor y por lo tanto no es un ente pasivo y porque en el fondo -y para quien lo sepa ver- es una metáfora de nosotros mismos.

domingo, 14 de junio de 2009

PSICOLOGÍA DOMÉSTICA

Me he dado cuenta que los (mis) recuerdos estan pegados a las cosas y que es imperativo buscar un modo en el que éstos no se diluyan cuando ya no exista el objeto que los cobijaba.

He ahí el meollo de la transición del pensamiento concreto al pensamiento abstracto.

viernes, 5 de junio de 2009