viernes, 9 de enero de 2009

MI DICTADOR FAVORITO




Quedo esbozada sin poder materializarse como corresponde (me refiero a un buen vino mediante) una interesante discusión respecto del último articulo de mi amigo Pablo Gómez titulado "Libertad, igualdad y revolución cubana" (ver link en este mismo blog, costado izquierdo -obvio-).
La ya antigua discusión respecto a la libertad y el respeto a los derechos humanos en Cuba se ha visto renovada ultimamente a propósito del inusitado revuelo que ha causado el próximo viaje de la Presidenta Bachelet a la isla caribeña.
Creo que el tema medular que suele discutirse es si Cuba está o no bajo una dictadura: hoy por hoy parece haber consenso en que sí, al menos en función de la mayoría de las definiciones técnicas conocidas como por ejemplo, la definicion de la RAE: "Gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país"...ahora bien, sabido es que las dictaduras se dan maña para ir estableciendo ordenamientos jurídicos propios y a la medida con el cual finalmente pretenden legitimarse, pero eso es harina de otro costal. Lo importante para el tema en cuestión es que al parecer la discusión ha pasado a centrarse en que si bien Cuba está bajo una dictadura ¿se trataría de una dictadura buena o mala?. Quienes defienden el argumento del "buen dictador" suelen poner como ejemplo que en Cuba hay muchos médicos, por lo tanto hay buena salud, educación gratis, trabajo y acceso a la cultura. Además se realizan elecciones periodicas de representantes locales en distintos ámbitos claro que sólo pueden ser de un solo partido y ser todos partidarios del régimen gobernante, por lo tanto no importa que no tengan libertad total tienen de todo lo demás.
Yo me pregunto ¿hay dictadores buenos?. Podríamos decir de Stalin que su gran obra fue el transformar a un país de una economía agrícola de subsistencia a potencia mundial económica, política y militar en menos de 50 años, por lo tanto no es tan malo que para lograrlo hayan muerto millones de rusos. De Pinochet se dice que su gran merito fue ordenar el caos politico, social y económico enque se encontraba Chile en el '73. Saddam Hussein tiene mèritos similares a los de Stalin, guardando las proporciones.
Sólo con estos botoncitos de muestra podríamos colegir que al parecer el discurso subyacente de la mayoría de los dictadores es "no es tan importante la falta de libertad, la represión y las muertes, porque nosotros hacemos muchas cosas buenas".
En mi opinión, a estas alturas de la historia y de la evolución humana debiera estar más que claro que no hay dictadores buenos, pero podemos elegir a nuestro dictador favorito de acuerdo al color de nuestro propio cristal y en ese caso más vale sincerarse y reconocer hidalgamente con qué clase de hijo de puta me identifico más.

Cuando una revolución se transforma en dictadura, es una doble tragedia (porque la revolución es siempre una tragedia; una tragedia épica pero tragedia al fin y al cabo). No se trata de promover que los yankees desembarquen en cuba un buen día y reconquisten su ex- colonia. El fondo del asunto es que sin libertad no es posible el desarrollo humano, sin debate no hay ideas nuevas y sin conflicto no puede haber algo llamado democracia.

miércoles, 7 de enero de 2009

A MI PADRE, DESAPARECIDO

Viene a mi mente el recuerdo de largas caminatas por los faldeos del cerro San Cristóbal junto a mi padre. Recuerdo que de niño me llamaba la atención la cantidad de cosas que sabía; casi no había respuesta que no tuviera sobre las cosas que yo le preguntaba.
Si algo se echaba a perder él se daba maña para arreglarlo...lo recuerdo sumergido con rostro serio en esos enormes televisores a tubos hasta dejarlos funcionando nuevamente.
Si ser él un gran artista de las cosas manuales recuerdo que se dió maña para hacer un barco pirata con un trozo de madera de 4x4 pulgadas, con sus velas, aparejos y escaleras de cuerdas que hizo las delicias de mi infancia durante largos años.
Yo sentía admiración por ese hombre recto y estricto en sus convicciones. De él y de mi madre aprendí a tener una postura decidida respecto a la justicia social, aprendí que no se podía permanecer indiferente frente a una situación de crisis como la que vivimos con el advenimiento de la dictadura.
Recuerdo también los almuerzos familiares de los domingos con el padre a la cabecera de la mesa y las eternas conversaciones que nos sorprendian hasta la hora de once y tal vez un poco más tarde.
Esas y otras evocaciones me recuerdan la imagen y presencia de mi padre desaparecido.
Si me preguntaran cuando fue que desapareció mi padre, forzozamente tendría que decir que no lo sé. Yo diría que fue desapareciendo de a poco, desvaneciéndose de manera casi imperceptible: cada día se diluía un poco y seguramente yo me iba a costumbrando cada vez a esa imagen mas y mas difusa....al menos eso puedo concluir ahora, despues de darme cuenta que ese señor que iba pasando no era él, no podía ser él porque no habia en esos ojos el brillo de antaño ni se oia en sus palabras la voz de la sabiduría acumulada por los años. Cuando escuché el fastidio y el odio en sus palabras, cuando sentí que no había allí un hombre orgulloso de su hijo, me di cuenta de que mi padre había desaparecido.
Seguramente algo tuvo que ver la dictadura: mi padre fue uno de los derrotados y nunca se recuperó del todo, pero el odio que habia en su corazón iba mas allà de los militares y del proyecto político truncado, pero ante la adversidad uno decide: Sobreponerse las veces que sea necesario o autocompadecerse es una decisión personal y tal vez al pasar de los años y al sumarse los fracasos y frustraciones él mismo decidió desaparecer bajo su propio llanto y amargura, bajo su propia impotencia y cobardía.
Lo miro pasar, a veces lo veo saliendo de la iglesia y no cruzamos palabras. No me interesa porque desconozco a ese señor que se parece a mi padre, pero no es él sino una sombra del pasado que sigue y sigue desapareciendo cada dia y desaparecerá tanto que un día ya no lo veré más cruzando la calle hacia la iglesia o esperando la micro en alguna esquina y mas allá de ese día seguira desapareciendo hasta desvanecerse definitivamente de la memoria y el viento se habrá llevado las huellas de sus pasos y el eco de su voz dejará sólo un hueco vacío y frío en esta alma donde no hay perdón, pero tampoco olvido.