martes, 19 de mayo de 2009

EL AMOR, LAS MUJERES Y MARIO BENEDETTI


Apuntes sobre la eternidad

Hasta que finalmente te fuiste, viejo lindo. A fin de cuentas nada es eterno, pero en tu caso es distinto: al momento de morir empieza tu eternidad pero tu ya lo eras. Eras eterno antes de pensar siquiera en dejarnos.
Tu gran mérito fue transfomar la poesía en esa mosca insolente que se coló sin permiso en las calles, en los bares, en las oficinas, en los tugurios malolientes, en los burdeles, zumbando en la oreja de los tiranos, en la cama del hombre solitario y tantos otros lugares que son la antítesis del Olimpo.
Sencilla y compleja como la vida misma, tun poesía sale al encuentro de las personas comunes y corrientes en cada feria artesanal, en los sones de Serrat, de Sandra y Celeste o haciendo cameos en alguna película de Eliseo Subiela.
Contigo una generación completa encontró las palabras justas para decirle a los dictadores o a esa amiga que amábamos en secreto o a esa que amábamos a voz en cuello.
¿Ves, viejo lindo, viejo charrúa ciudadano del mundo? ¿ves cómo se ha ido construyendo tu eternidad desde la vida misma? ¿ves cómo no fueron necesarias las extravagancias ni las revistas de farándula? porque tu estás, ahí simplemente. Estás y seguiras estando.

Chau viejo lindo, de seguro nos vemos por ahí algún día y nos tomamos un café. De seguro en el cielo hay algún bolichito piola...como esos de Montevideo.

martes, 12 de mayo de 2009

SENTIR LA LLUVIA


Demasiado tiempo añorando sentir el agua sobre mi rostro como un beduino perdido en el desierto. Escudriñando el cielo con paciencia de añañuca esperando el momento de florecer. Oliendo el aire con escepticismo, escuchando el informe del tiempo como quien escucha las promesas electorales de algún politicastro...
El sonido de las primeras gotas se asoma con timidez sobre el techo de zinc obligándome a bajar el volumen de la radio para escucharlo mejor y finalmente no cabe duda: no son las últimas hojas del almendro de la casa verde, es la lluvia. Por fin la lluvia.
Salgo al patio y miro al cielo con los brazos abiertos (me gusta mirar las gotas en caida libre hasta estrellarse con mi rostro) en pocos minutos las gotas en mis anteojos me nublan completamente la vista. El suelo comienza a llenarse de puntitos oscuros: uno, dos, diez, miles hasta cubrir completamente todo. Todo el patio, la calle, el cerro responden desprendiendo un delicioso artoma a tierra mojada transformando el incipiente aguacero en una fiesta de los sentidos.

Suena mi teléfono, es mi hermana que acaba de salir de su trabajo...quiere que la espere con sopaipillas.