sábado, 29 de septiembre de 2007

Está claro que me cuesta mucho menos trasnochar que levantarme temprano.
La noche es extraña y hermosa. Trabajar de noche tiene su encanto, es distinto incluso tratandose de los mismos compañeros de labores.
Tiene su encanto peculiar salir por la mañana cuando la ciudad aun bosteza, salir rumbo a casa cuand la mayoría de las personas va rumbo a su trabajo, caminar por las calles apenas iluminadas por el sol naciente y esa sensación de "caña seca", de resaca sin alcohol.
Santiago no es tan feo, hay que saber encontrarle el lado.
Me gustaría escribir pero me cuesta encontrar las palabras. A veces pienso en tantas cosas. Tengo unos escritos geniales dentro de mi cabeza o en el centro de mi pecho, pero al momento del papel y del lápiz (la hora de los "quiubo" que le llaman) simplemente no me sale nada.
Es curioso, es raro verme aquí escribiendo acerca de lo que me cuesta escribir.
Sería bueno tener algún aparato, alguna especie de línea directa que registrara en el computador las cosas que uno piensa o siente en forma de texto.

No pasará mucho tiempo sin que los japoneses inventen algo por el estilo
Los japoneses siempre inventan algo.