
Bastante lejos había llegado yo persiguiendo aquel rayo de luna, sin embargo, cuando decidí concretar el regreso mi auto decidió quedarse por mí un tiempo más disfrutando de la lluvia y el olor a leña con la excusa de alguna falla en el motor de arranque.
Lo fui a buscar este fin de semana dos días antes de navidad. En el trabajo habíamos acordado compensar el lunes 24 trabajando de corrido desde las 17:30 hasta el mediodía siguiente total -dije yo- puedo dormir siesta y después duermo otro poco en el bus, finalmente de siesta dormí solo unas tres horas y en el bu dormí poco porque hice muy buen enganche con mi compañera de asiento y conversamos casi toda la noche.
Llegué a Valdivia de mañana. El mecánico me fue a buscar en mi auto al terminal y ahí tuve el placer de conocerlo en persona pues toda la gestión para la reparación de el coche la habíamos hecho por teléfono (es que con la gente del sur uno se puede dar esas licencias). Cerramos negocio, me quedé con mi vehículo y de ahí a la casa de Ella a buscar las pertenencias que aun quedaban, hubiera dado mi reino por una siesta pero definitivamente ese no era el lugar indicado, por lo tanto una vez que cargué el auto me fui al mercado y para no decir que no estuve en Valdivia, me compré una pieza salmón ahumado. Después de eso tomé el camino de vuelta, en mi fiel Renault-18 año '81....y así fue, así es como terminan a veces estas cosas -que empiezan con tanta ilusión y en las que uno apuesta la vida (al menos en cosas de amor yo no podría apostar menos)- sin pena ni gloria, sin siquiera un "hasta luego que, te vaya bien" pero , como dice mi abuelita, los tragos amargos hay que pasarlos rápido.
En el camino de vuelta me traje tres mochileros en puntos distintos de la ruta, los tres coincidieron en que había que ser harto loco para pegarse un viaje así hasta Valdivia, estarse menos de dos horas y volverse manejando. Y sí, es harto loco pero mi vida es así: como una Road Movie.
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